Llevo algunas semanas muy molesta por lo que está sucediendo en mi país. Sé que ese no es precisamente un espacio para politizar, pero tengo una opinión, tengo un tío que salió una mañana de su casa y nunca lo volvimos a ver, de eso ya hace casi 10 años. Una muy buena amiga intentó viajar en auto para conocer a la familia de su novio y no sabemos más nada de ellos. Se los comió el país. Así nomás. Igual que a los 43 chicos de Ayotzinapa.
Ayer llegué a encontrar mi departamento hecho un desmadre. Desde los 16 años trabajo para vivir, nadie me ha regalado nada y todas las cosas que me había esforzado por obtener ya no estaban. Tampoco estaban mis tenis para correr. Muy raro, muy triste. La sensación de estar en la casa que alguien más revolvió hasta los más pequeños rincones es de una vulnerabilidad tremenda. Así me siento, vulnerada. Y no es noticia, le pasa a cientos cada día.
Entiendo que «lo importante es que yo estoy bien» y que «lo material va y viene.» Sí, estoy de acuerdo. Pero ya estoy hasta la madre de escuchar esas frases que hemos asimilado como única respuesta ante estas estupideces. No está bien. Está muy mal lo que está sucediendo y no tenemos por qué acostumbrarnos, bajar la cabeza y seguir adelante.
No quiero ser negativa. Toda crisis es oportunidad. A partir de este asunto voy a hacer varios cambios en mi vida y en mis controles de seguridad personal. Pero no quiero que esto se quede solo como una anécdota amarga aislada. Quiero involucrarme a fondo y ser agente de cambio desde mis posibilidades. Creo que la pasividad es muy nociva y no quiero permanecer allí.
Mañana, mi amigo César Pérez, director de Runner’s World y yo estaremos en el programa de televisión Pasión TDN a las cinco de la tarde hablando de seguridad para corredores. Exponiendo el problema y proponiendo soluciones. Los invito a vernos, participar, involucrarse y hacer que nuestra indignación y coraje trasciendan en hechos.
Linda tarde.