Barcelona ♥

Viajar a Europa siempre me soñó a sueño loco, al «happily ever after,» algo que simplemente no sentía cercano. Hace unas semanas invitaron a Men’s Health a un congreso de hipertensión pulmonar en Barcelona y la elegida para cubrirlo fui yo.

Siempre he estado enamoradísima de esa ciudad, en la prepa me pasaba las tardes admirando la arquitectura de Gaudí en mi librito de postales, amo la arquitectura Deco y Noveau y la de Gaudí me impacta, leí la historia de su vida y su inspiración.

Después una amiga muy viajera me platicó que aquella era la ciudad perfecta: con playas, arquitectura espectacular, gente guapísima y trendy, un ambiente artístico, relajado y cargado de estilo.

Estaba nerviosa por el vuelo, lo más que había volado eran cinco horas, pero no era para tanto, he viajado hasta 32 horas en autobús a Guatemala, lo soportaría sin problema. Cuando me subo al avión me voy enterando de que me mandaron ¡en primera clase! Eso se traduce a un asiento casi cama, mimosas 24/7, una atención impecable, comida deliciosa a la carta, una oferta enorme de entretenimiento y hasta un teléfono a bordo. De a princesa, pues.

Ni sentí el viaje, fui dormitando, jugando, viendo películas, comiendo, feliz. Tras una escala en Madrid, llegué a Barcelona a las cinco de la tarde, me llevaron al hotel donde me di un baño y me arreglé para la cena que tendría a las siete.

Salimos en una camioneta de la que nos bajamos para internarnos a pie en las estrechísimas y serpenteantes callecitas del Barrio Gótico. Yo estaba dentro de una película, feliz e impresionada de todo lo que veía.

Llegamos a un bar de tapas donde comimos delicioso, cada cosa que llegaba era más y más rica, tomamos vino y conviví con periodistas de todo el mundo que habían llegado al evento. Risas, bromas y camaradería (es muy chistoso, pero tras un par de vinos, me desinhibo con el inglés y me pongo de lo más simpática). A las 12 de la noche llegué a mi hotel y me quedé dormida con todo y zapatos. Morí. Pero a las tres ya estaba despiertísima y lista para salir a correr. Tenía demasiada energía, supongo que eso es el famoso jet-lag.

Esperé hasta las 5:40 y salí corriendo calle abajo hasta la playa. La avenida que elegí estaba llena de bares, así que mientras yo sudaba, los «bartletas» me ovacionaban, corrían a la par mío o hacían algún comentario gracioso. Y ni un corredor afuera, nada. Llegué hasta la playa y corrí por la costera, escuchando las olas, sintiendo la brisa. ¿Puede un momento ser más perfecto? me tocaba «trote suave», pero la altura hizo que ese trote fuera a ¡4:55 por kilómetro! Delicioso. Regresé antes del amanecer y a las ocho estaba lista, guapa y desayunada para salir al congreso.

El congreso fue muy interesante, conocí un hospital médicos y científicos increíbles, pero no podía con mi jet-lag, estaba durmiéndome horrible a pesar del litro de café que traía encima. Terminamos con una comida y pude ir al hotel a tomar una mini siesta y prepararme para salir a pasear y devorar la ciudad.  ( y sus tapas)

Y así el día siguiente, que me lo pasé entero paseando y conociendo. Terminé cenando tapas de mariscos a un lado del mar en la Barceloneta mientras parejas bailaban jazz. No sé, estaba demasiado feliz.

Al otro día salí temprano a correr en Mont Juic, donde estaba mi hotel, una montaña con castillito, vistas espectaculares y las instalaciones deportivas de Barcelona 92. Corrí delicioso, me bañé y salí al aeropuerto. Así estuvo, intenso, rápido e impactante.

Aquí les comparto mis fotos favoritas.

¡Feliz viernes!