Trail El Zarco: Mi primera aventura en la montaña

Una noche, terminando de entrenar en El Sope, me encontré a mi amigo Olin y me presentó a Memo, dueño de Krazyrunners, empresa que se dedica a organizar carreras de montaña. Les conté que no había corrido nunca una prueba de ese tipo. En menos de 15 minutos ya tenía una invitación a un trail por cortesía de Memo. “Solo son 15 kilómetros, pensé, ¿qué tan complicado puede ser?» No tenía ni idea.

Pasaron las sermanas y llegó el día, el 20 de mayo salí rumbo al Estado de México y en menos de una hora ya estaba ahí, en El Zarco, en un clima completamente distinto al del D.F esa mañana, todo lleno de neblina y ¡helado!  Yo llevaba faldita y playera, una sudadera por si acaso y chanclas para descansar los pies tras correr.

La carrera comenzaría a las 10 y todo el ambiente era completamente distinto, adelante de un puesto de quesadillas y pegada a un restaurante campirano, estaba la línea de salida. Los corredores tenían que registrar sus nombres antes de salir, todos estaban muy contentos, relajados y sin poses. Llegó la hora de formarse para salir y éramos apenas unos 500 participantes, nada comparado con las carreras masivas a las que estamos acostumbrados en el D.F.



Tras salir, trotamos suave por un camino empedrado y en unos minutos nos encontrábamos ya  subiendo por una vereda estrecha de tierra en la que apenas cabían las pisadas de una persona y su cuerpo, todo el tiempo tenía que ver el piso, pues había lodo, hoyos, piedras, troncos. Con la cabeza y el cuerpo tenía que librar plantas y algunas ramas. Tenía que estar 100% en el “aquí y ahora”, si no lo hacía, me rompía los dientes.

Esta vereda nos subiría hasta los 3,450 msnm ¡una locura!, conforme daba un paso más, iba sintiendo en la garganta y el pecho la deuda de oxígeno, ese dolor-ardor en la garganta, esa respiración agitada a pesar de ir prácticamente caminando. Íbamos en una fila, pues sólo cabía por el camino uno a la vez. Tenía que llevar el paso que me marcaban los de adelante, pues si no lo hacía atrasaba a los que venían detrás, De pronto, tras un rato de subir, vi un tronco y quise sentarme ahí, dejar pasar a los rápidos, estába exhausta y apenas llevaba un par de kilómetros.

Finalmente llegamos a lo plano, un camino ancho y menos accidentado, ahí me relajé y troté suave, cuidando por dónde pisaba. Después vino lo bueno, así de pronunciada como habia sido la subida, una bajada por la que “caímos” en picada, al principio pisando con miedo y precaución, pero después de unos minutos las piernas se dominaban a sí mismas, habían alcanzado una velocidad vertiginosa y yo sólo saltaba para librar piedras y baches mientras mis piernas me llevaban a toda velocidad cuesta abajo y la adrenalina se hacía una presión en mi garganta, una presión de emoción y libertad, una sensación increíble e incomparable.

Después llegamos a la parte baja de un puente, no se veía absolutamente nada y mis pies pisaban chueco csobre las piedras, dándole en la torre a mis tobillos flacos. Luego un prado, el Valle de Carboneras, llegando a la marca de 7.5 km, la mitad de la carrera, no lo podía creer, estaba cansadísima y apenas llevaba 7.5 simples kilometritos. Nos dieron Enerplex de coco, le di unos tragos y seguí adelante. Ahora  nos tocaba volver sobre nuestros pasos, subir de vuelta por la bajada vertiginosa que ahora se había convertido en una pendiente enorme e interminable, de repente tenía que apoyarme en el brazo de Daniel, me dolía todo y estaba muy cansada, tenía ganas de sentarme en una piedra, pedir que me llevara la barredora. Mientras más subía, sólo pensaba ¿qué estoy haciendo aquí?, ¿qué necesidad de venir a sufrir y llevar a mi cuerpo así a sus límites? la subida seguía y seguía y seguía, cada vez más ruda. Por fin llegamos de nuevo a lo plano, me tranquilicé y troté suave, tenía dolor de caballo. Cuando estábamos a punto de alcanzar el otro puesto de abastecimiento, no vi una piedra bajo mi pie y ¡tras! caí toda sobre la tierra, raspándome ambas rodillas y las palmas de las manos, que metí para no entregar los dientes. Se metió tierra en la herida y me ardía muchísimo. Pensé ya comenzaste, ahora lo terminas y párate rápido porque mientras más pronto salgas de este bosque, mejor. Me levanté y seguí trotando, solo enjuagué un poco mis rodillas con agua y emprendí la bajada hacia la meta.


De pronto, ya nada me dolía, había encontrado mi velocidad bajando y ya nada me detenía, brincaba de piedra en piedra y me invadía de nuevo esa sensación de felicidad, de triunfo de emoción que se desborda, ganas de llorar y gritar. Sintiéndome así crucé la línea de meta, con una satisfacción y alegría de haberlo logrado, que hace mucho tiempo no sentía en una carrera.

Después, un café caliente y una quesadilla, mi chamarra calientita y los paramédicos me confortaron. Fue una carrera como ninguna otra que haya corrido antes, en solo 12 kilómetros me llevó a mis límites físicos y emocionales y me mostró de nuevo que, sin importar lo grande y complejo que se vea el obstáculo, solo es cuestión de tiempo para superarlo.

El ambiente me encantó, disfruté saludar y compartir estos kilómetros con amigos y corredores de montaña que, a pesar de tener rendimiento impresionante y ser incluso ultramaratonistas, son los más sencillos y están dispuestos siempre a ayudarte o aconsejarte. Es otro mundo el de las carreras de montaña, pero un mundo que, definitivamente, no deben quedarse sin probar.

En cuanto a los gadgets, mi amado Garmin solo reaccionó durante un kilómetro, pero el Endomondo con el GPS del teléfono no tuvo problema para medir la distancia. Los Sport Beans que comí antes y durante la carrera me mantuvieron la pila arriba, los recomiendo mucho para rutas rudas como esta.

El lunes siguiente, no me podía levantar, me dolía absolutamente todo, como si hubiera corrido un maratón el día antes. Caminaba chistoso, pero me sentía satisfecha y feliz. Ahora respeto y admiro mucho más a quienes participan frecuentemente en este tipo de carreras y pronto volveré a otra mucho más preparada para las condiciones específicas y lista para vencer de nuevo a la montaña.

Gracias a todos los amigos que me compartieron sus fotos y ayudaron a hacer más completo este post ;).

¡Linda tarde!

Acá unas fotos del sitio de la carrera, fuera de lo común y muy lindo. Nos dieron mucha risa el restaurante donde vendían «godorniz» y los anuncios imperativos que te mandaban a comer conejo y trucha :).









Publicado por Araiz

Periodista, bloguera y 27 veces maratonista. Xalapeña apasionada del café, viajar y correr.

9 comentarios sobre “Trail El Zarco: Mi primera aventura en la montaña

  1. Genial experiencia de vida y genial como siempre tu narración. Ahora si eres como los luchadores…eres de LOS RUDOS, LOS RUDOS, LOS RUDOS!!!!! 🙂

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  2. Saludos Ara !!!
    Siempre que leo tus anécdotas oucht!!! hasta me dolió el rodillazo y se siente la adrenalina contagiada, la respiración entrecortada por el esfuerzo . . . . Jajjajajijjejejjojoj !!! . . . muy vivenciales felicidades!!!
    el domingo te vi en la bonafont . . . por el relajo ya ni te salude . . .
    buen día y mas felices carreras !!! . . .

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  3. Muchas felicidades Araiz, esas carreras son buenisimas y se han convertido en mis favoritas. El ambiente que se vive ahí es sensacional por la convivencia con los demás corredores, la naturaleza. esperemos que te animes a mas carreras, de las mas conocidas con las de «Circuito para salvajes» y hay mas como la del Valle del Conejo de Delcorredor, la del Pachos de Meta Deportes, la del Valle del Solencio de Emoción deportiva, etc. Espero que coincidamos en mas carreras de ese tipo. Saludos.

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