El mejor maratón de mi vida

 

Correr con todos tus amigos, en una ruta que tú mismo trazaste, con clima perfecto, porras y apoyo a todo lo largo del trayecto, es algo que no nos pasa todos los días, es algo que jamás pensé que me llegara a pasar. Cuando decidí, tras el diagnóstico de cáncer, no quedarme con las ganas y hacer mis 42km antes de entrar al quirófano, no pensé más que en mí sola, ajustando cuentas con el maratón, haciéndolo por y para mí. Una semana después, a eso de las 6:30 am, llegaba al atrio de la Catedral con frío, emocionada y totalmente lista para hacer esta locura realidad. Ahí me esperaban ya mis amigos Twitterrunners, hermosos con un par de pancartas enormes, de parte suya y de Runner’s World, me emocionó muchísimo verlas y, con eso, comenzó un día de magia y sorpresas, en el que celebramos la vida y nos olvidamos de todo lo demás.

Uno a uno, fueron llegando más amigos corredores: los chicos del Reto Maratón se aparecieron con unas playeras increíbles: «Yo corro por Araiz», decía el estampado negro sobre tela rosa; llegaron personas que sólo conocía a través del blog, Twitter o FB y a quienes vi por primera vez en vivo. A las 6:59 dimos el primer paso rumbo a Cinco de mayo y a partir de ese momento, ya nadie nos paró. Nos incorporamos a Reforma mientras veíamos el amanecer que llegaba suave y lento. Corrimos sobre Reforma hasta llegar a Gandhi, donde ya se preparaba la Carrera Splenda, tuve que hacer escala técnica en el baño, saludé algunos corredores y seguí mi camino.

Miguel Ángel, mi amigo devorador de distancia, se mantuvo siempre a mi lado, intentando que mi ritmo no pasara de los 6 minutos por kilómetro, como lo había planeado pero no cumplí. La emoción me llevó a correr más rápido sin darme cuenta. A lo largo de la ruta fueron integrándose más amigos. Saliendo del Bosque de Chapultepec nos encontramos con Frank Estrada y su equipo Total Running, ellos harían 30km ese día, se unieron y continuamos hasta la Basílica, volvimos sobre Reforma hasta Insurgentes y regresamos al Centro. La recta final fue un sprint sobre 20 de Noviembre hasta el Zócalo, de los momentos más emotivos de mi vida.

Llegando fueron puros abrazos y palabras de aliento. Cada persona tenía algo increíble que decirme y yo no podía más de alegría. Más tarde nos fuimos a celebrar al Salón Corona, de mis lugares favoritos y pasé el resto del día con mi hermana y mi cuñado, que vinieron a verme para mi maratón. Fue un día mágico que me inundó de paz y seguridad de que pasara lo que pasara, al final todo estaría bien, todo este amor me llevaría de la mano a superar la enfermedad. Corrí un maratón con dos meses de preparación haciendo mi mejor tiempo, pues cerramos en 4:05 a pesar de habernos detenido en muchos altos sobre Reforma, pero eso no fue lo importante, sino darme cuenta de cómo, gracias a la energía de tanta gente, fuimos capaces de lograr una distancia para la que nadie estaba completamente preparado. Muchos hicieron ese día por primera vez los 42K, sin haberlo planeado siquiera. Me di cuenta de que tenemos mucha más fuerza dentro de la que sabemos, circunstancias extremas como la que se me presentó nos orillan a sacarla y darnos cuenta de todo lo que somos capaces de alcanzar, soportar y superar.

No terminaría nunca de enumerar a las personas que estuvieron ahí a mi lado, apoyándome y haciendo de ese un día perfecto y hermoso, pero estoy agradecida con cada uno aunque pase el tiempo y las circunstancias cambien. Muchos en en DF o en otras ciudades de provincia, como Puebla, Nuevo León o Cancún, imprimieron playeras de «Yo corro por Araiz» y me emocionó mucho ver sus fotos en Facebook, corriendo sus carreras del domingo y acordándose de mí :).

Hoy celebro un año más de vida, me detectaron cáncer el 15 de julio de 2010, corrí mi maratón el 18 por las calles de la Ciudad, me operaron el 22, la cirugía no se complicó tanto y el 1º de agosto estuve finalmente dada de alta.

A un año de aquella fuerte experiencia, sólo quiero dar mil gracias de corazón a todos los que, con una palabra, una llamada, un mensaje, su presencia ese domingo o visitándome en el hospital ayudaron enormemente a que me pusiera bien y a que hoy yo pueda ver al cáncer como un regalo de la vida y no una maldición.

¡Más años como este!

Bendiciones

Araiz